jueves, julio 06, 2006

Robinson Crusoe

Bruno Marcos
¿Por qué el hombre, visto de uno en uno, es tan adorable, y la masa tan deleznable? Forma parte del verano postmoderno alguna excursión a algunos grandes almacenes que no visitas siempre. Algo que arreglar o el mero aburrimiento te hacen internarte en esos lugares tan pobladamente solitarios. Esta vez colocan tres o cuatro contenedores con libros que se venden al peso. Me acerco y en un tris selecciono cuatro, tapa dura y letras doradas de autores australizados: Robinson Crusoe, Poesías completas de Antonio Machado, El Lazarillo de Tormes y Madame Bovary. Con un gesto no exento de cierto masoquismo ella añade La Regenta. ¿Qué otro libro hispano iban a poner tratándose de venta al peso?
En la báscula todos dieron un precio no del todo barato y procedí a pesarlos uno a uno dándome cuenta de lo nada ventajoso para el cliente de ese comercio, lo verdaderamente rentable debía ser, para ellos, el gesto de desprecio al tratar como vulgar legumbre a las letras más prestigiosas de la tribu, con lo que el despistado comprador de estos lares creerá que se trate de una ganga. No compré ninguno y además me indigné.
Al llegar a casa retumbaba en mi cabeza el nombre de Robinson y, al encender el televisor, veo a una italiana que lleva más de dos meses en una isla desierta ella sola, sobreviviendo como el auténtico personaje de Daniel Defoe. Por lo que parece le han desembarcado hoy a una parejita que estaba en otra isla sobreviviendo pero con otros. El jovencito, a la primera oportunidad que se le presenta, cuando se interna en la jungla para cualquier menester, empieza a mofarse de la italiana comentando, entre carcajadas, que esta sigue hablando con un coco al que puso una melena hecha con raíces y una nariz que es un palo. El muchacho dice que por qué no habla con ellos, que ya están ahí, que sólo le falta dar de comer al coco. La italiana hizo con otro coco una chica para su coco y resulta que, ahora, según ella la coca está embarazada. El jovencito y la jovencita parece que insinúan que a la italiana le debe haber resultado más fácil la supervivencia porque no ha tenido que convivir con personajes tan intratables como ellos y se quejan de que ella parece seguir viviendo en su mundo, con sus cocos y todo eso.
Desde luego los muchachitos no deben saber lo que es la soledad, ni que, precisamente, los humanos vivieron en comunidades para ayudarse a sobrevivir, o, tal vez, sean tan postmodernos que crean que como la supervivencia está garantizada para qué aguantar a gente tan deleznable.
¿Acaso no sabrán que esas locuras de los mayores -de la italiana- son las cosas de los verdaderos Robinsones, -también los de las ciudades- que esas extravagancias son las que permiten continuar viviendo a unos pocos como Cabeza de Vaca, que, tras un naufragio, recorrió a pie media América sobreviviendo como brujo?

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

La soledad duele y por eso la gente busca a más gente para sentirse parte de la multitud que anula el Yo de Cada uno,de ahí que la gente escape a los grandes almacenes o a la candamia, o acaso no hay tiendas con mejores precios , o rincones en el campo más bellos y lejos del mundanal ruido, sí, pero no tienen gente.

julio 13, 2006 12:01 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

La tapa del libro de Robinson me trae a la memoria los libros que me dejaba mi abuela.
Tratándose de venta al peso todavía hay unos cuantos libros que podriamos echar al cesto de las legumbres.

julio 13, 2006 12:09 p. m.  

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